Prefiero
esta expresión que la manida denominación de “síndrome post-vacacional”
para describir la situación a la que pequeños y mayores se aprestan a
iniciar en estos días de septiembre. La ilusión por bandera y la
esperanza alimentando la brisa que la mueve. Hay motivos para mirar
adelante con mirada entusiasmada. No les quepa duda. Volvemos a empezar.
Estos
días comentaba con alguien la diferencia que se da entre la mentalidad
judeocristiana y la mentalidad helénica o greco-romana. Para estos
últimos lo mejor de la historia estaba atrás, en la época de las
batallas épicas y en aquellos personajes que eran descritos en las
leyendas. El fututo, para esta mentalidad pagana, no era más que la
repetición cíclica de lo ya vivido, de lo que ocurrió. Nada nuevo bajo
el sol… Pero para la mentalidad judeocristiana, lo mejor no está atrás;
está por delante. El pueblo de la promesa sabe que lo mejor es el
cumplimiento de la misma y, por este motivo, entienden la historia como
lineal y progresiva.
En este comienzo del curso no vivamos como
paganos que apagan toda ilusión en la certeza de que nada nuevo nos
espera. Esa sensación ni es verdadera ni es oportuna. Siempre hay
novedades escritas entre las líneas del acontecer. La providencia divina
nos sorprende en cada esquina ofreciéndonos la oportunidad de retomar
los caminos, de renovar las expectativas, de crecer, de aprender, de
volver a empezar…
Un curso por delante. Muchas ocasiones de
entender mejor las cosas reales. Retomar actividades, renovar con fuerza
aquellas que han ido bien, de corregir las que han ido mal y, si cabe,
de incorporar aquellas que no estaban en el horizonte. Empezar siempre,
cada mañana, con la alegre experiencia de la primera respiración
consciente.
Las buenas noticias sólo las entienden quienes
tienen preparado el corazón para recibirlas. El oscuro pesimismo que nos
tienta nos incapacita para mirar y percibir la realidad. Hay que
conocer, reconocer y acoger cuanto de bueno alcanza la vida en tantos
momentos sencillos que vivimos. Ojos abiertos y calor en el corazón.
Me resisto a ser pagano.