jueves, 8 de febrero de 2018

Mensajo del Obispo con ocasión de la Campaña de «Manos Unidas»



"COMPARTE LO QUE IMPORTA"
MANOS UNIDAS:  CAMPAÑA 59 CONTRA EL HAMBRE

Queridos hermanos:

La realidad del hambre y la pobreza continúa siendo un azote permanente para millones de personas en todo el mundo. Durante mucho tiempo se ha querido atribuir este fenómeno a la escasez de recursos alimentarios, insuficientes –se decía- para satisfacer las necesidades básicas de la población mundial.
Hoy decimos que es un problema de distribución: Producimos alimentos más que suficientes para satisfacer al conjunto del planeta, pero la injusta distribución de los recursos de producción y consumo condena al hambre a más de 800 millones de personas.
Hay que decirlo abiertamente: Las causas del hambre se encuentran, principalmente, en nuestro sistema socio-económico, en nuestro comportamiento y actitudes. A eso se añaden la inestabilidad política, los conflictos bélicos y el cambio climático, todo ello causado por los seres humanos. Coyunturalmente, en algunas zonas, las catástrofes naturales, también pueden generar situaciones de hambre y empobrecimiento.
La FAO [Organización de la ONU para la Alimentación y Agricultura], aporta estos datos:
·         815 millones de personas padecen hambre en el mundo, 11% más que el año anterior. 520 millones en Asia, más de 243 millones en África y 42 millones en América Latina y el Caribe.
·         489 millones de personas que sufren hambre viven en países en conflicto y 122 millones son niños menores de 5 años.
Además, no podemos olvidar que el hambre no es sólo un problema de alimentos. Si consideramos, también, el hambre de salud, de educación, de libertad, etc., tirando por lo bajo, las cifras anteriores se multiplican por cuatro. Todo lo que atenta contra los Derechos Humanos fundamentales genera pobreza y sufrimiento.
Como nos recordaba el Papa Francisco, en su Mensaje con motivo de la 1ª Jornada Mundial de los Pobres, "la pobreza nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria y por la migración forzada. La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero. Qué lista inacabable y cruel nos resulta cuando consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada" (n. 5).