martes, 26 de abril de 2016

“Con el aborto no se matan bebés…”

Esta es una de las afirmaciones que la Alcaldesa de Madrid ha hecho en la entrevista realizada con ocasión del primer año al frente del Ayuntamiento madrileño en el programa de 13Tv “El gato al agua”. El aborto es un derecho de la mujer que tiene la posibilidad de elegir su maternidad sin verse obligada a la misma. El no nacido no es un ser humano, por tanto, decir que se mata a un bebé en el aborto es una exageración de la rancia derecha y de algunas ideologías trasnochadas y superadas por la ilustrada izquierda. Por lo tanto, en el aborto no se mata a bebés…

No cabe duda que responde a la definición de bebé del diccionario: “niño pequeño o recién nacido”. Evidentemente que en el aborto no se mata a un niño pequeño ni a un recién nacido. En ese sentido no se mata a bebés. Bien, pues… ¿Y a qué o a quién se elimina en el aborto? ¿Nos podemos quedar satisfechos porque el nombre de ese ser extraño que aún no ha nacido y se gesta en el seno femenino de una madre no se llame en lengua castellana bebé?

Claro que la formación jurídica y la profesión judicial le ayudará a afirmar que persona es un concepto jurídico aplicable exclusivamente al recién nacido después de las 24 horas siguientes al parto. Por tanto, en el seno materno no hay ni un bebé ni una persona. Bien, pues… ¿Qué misterio extraño ha venido a invadir el espacio de libertad personal de una mujer? Si no es un bebé, ni es una persona, ¿qué coño es?

¿Será un feto? O sea, “en los mamíferos placentarios, producto de la concepción desde que pasa el periodo embrionario hasta el momento del parto”, por seguir con la apelación al diccionario… Se llame feto o ente pos embrionario, esa realidad es tan humana como yo o como la alcaldesa de Madrid. Una vida humana en estado posterior a la concepción y, si nada lo impidiera, será un bebé, una persona jurídica, un ciudadano, etc.

El parto es una frontera. No cabe duda. Pero de un itinerario vital continuo y evolutivo que da lugar a la realidad de un ser humano que seguirá teniendo fronteras evolutivas entre la infancia, la adolescencia, la juventud adulta, la madurez, la vejez y, tardo o temprano, la muerte. La línea de la vida. La maravillosa línea de la vida.

¿A quiénes hemos de defender? ¿Cuáles son los momentos de la línea vital en la que un ser humano merece la defensa de la sociedad a la que pertenece? Claro que la mujer tiene derechos y hemos de protegerlos, garantizarlos, promoverlos… Pero la muerte de un ser humano inocente no es derecho de nadie. El aborto es un crimen. Un crimen no es un derecho. No puede ser un derecho en un mundo civilizado a la altura del reconocimiento de los derechos humanos en la que estamos. Es impensable que ese ser -no bebé- no tenga derecho a la vida. Que en caso de colisión de derechos y deberes, su derecho ceda ante cualquier otro derecho. Es impensable. Al menos para mí.

Una sociedad que pretenda ser garante verdaderamente de los derechos de sus miembros deberá tener una administración del estado que los garantice. ¿Dónde está la protección a los derechos de la maternidad? ¿Dónde están los medios a la maternidad en dificultad? ¿Dónde están? Aquí parece que se usa el contenido del dicho popular según el cual “muerto el perro se acaba la rabia”.

Para quienes creemos en la vida eterna, el aborto no es el final de la vida de esa persona. Hay quienes mueren en la plenitud de la vida fruto de un accidente. Para los suyos es una desgraciada circunstancia que rompe ilusiones. Pero para él la vida no termina. Unos mueren antes y otros mueren después. Pero todos viven. El problema está en implicarnos en accidentes evitables por los que cada seis segundos muere un ser humano amparado por un pseudo derecho que garantiza su eliminación. Creo en la vida eterna y creo en el derecho a la vida temporal.

Creo que en las facultades de derecho habría que hacer interdisciplinariedad y pedir la asistencia de algún embriólogo que exponga el ciclo vital a quienes tendrán en sus manos el birrete de la legalidad de un país democrático y de derecho.

¡Cómo me duelen esas vidas inocentes!

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